16/2/09

What would you do, if my heart was torn in two?







11/2/09

Solos & Acompañados

-Cuando estaba por ahí, apareció mi segundo darme cuenta: cuántas veces yo y otros como yo, no nos animamos a hacer algo pensando que es inútil, que nada se puede hacer, porque ¿quién notaría la diferencia si yo actuara así?
Si yo actuara así... y quizás, aunque fuera uno más se animaría pensando como yo, a sumarse y actuar así, o quizás más humildemente podría ser que alguien notara la actitud diferente y registrara, entonces que existe otra posibilidad. Si yo actuara así, distinto que todos los días, diferente de los demás, quizás, con el tiempo, todas las cosas cambiarían.
Y me di cuenta, de que esto pasa todos los días:
Que la gente no paga impuestos
porque ¿cuál es la diferencia?
Que la gente no es amable
porque ¿quién se va a dar cuenta?
Que la gente no es considerada
porque nadie quiere ser el único idiota.
Que la gente no se divierte
porque es ridículo reirse solo.
Que la gente no empieza a bailar en las fiestas
hasta que otros no lo hacen antes.
...Que no somos más espidos
porque no tenemos tiempo.


Si yo consiguiera ser fiel a mí mismo, fiel de verdad y continuamente, cuánto más amable, cordial, generoso y gential sería.
De todo esto venía hablando con Jorge en aquella época, y a medida que hablaba y pensaba en esto, aparecía una y otra vez, sin que yo saliera a buscarla, la idea de quedarme solo; solo y señalado por el dedo ridiculizador de los otros...
...o peor aún, sin siquiera ese dedo ridiculizador...
-Hace algunos años -empezó el gordo- escribí un ensayo que empezaba con esta frase:
"El canal de parto y el ataúd, son dos lugares
diseñados sólo para un cuerpo..."

...y esto, Demi, quiere señalar -para mí-, que nacemos solos y morimos solos. Esta idea, esta (yo creo) terrible idea, es quizás la más dura de las cosas de las que yo mismo me di cuenta en mi propio proceso de crecimiento.
Pero también, descubrí, por suerte, que existen los compañeros de ruta: compañeros para un ratito, compañeros para un tiempito más largo y también existen los amigos, los amores, los hermanos: compañeros para toda la vida.
-Sabés, gordo, me hace acordar de aquello que leí alguna vez sobre la pareja:
No camines delante de mí porque podría no seguirte, ni camines detrás de mí, podría perderte. No camines debajo de mí porque podría pisarte, ni camines encima de mí porque podría sentir que me pesas. Camina a mi lado, porque somos pares.
-Claro, Demi, es eso mismo. Este darse cuenta de que nadie puede recorrer por vos tu camino, es fundamental. Tanto, como saber que el camino es más nutritivo si se recorre en compañia.
Darme cuenta de quién soy y saberme único, diferente y separado del mundo por el límite de mi piel, no necesariamente quiere decir aislado, ni desolado, ni siquiera autosuficiente.
-Entonces, ¿no se puede vivir sin los otros?
-Depende de lo que vos creas que es vivir en cada momento y de quiénes son los otros, en cada momento.



(Con los pibes el sabado en gap ♥ con abi, emi, la otra chica que no me acuerdo el nombre :$, uno que no conozco, dieguin y mi bestchulinga ♥)




Gracias por los collageeeeeeeees amor te quiero mucho mucho nico(L) :$
Nos cebamos con Arjona eh :B jajaja, te adoro(L)


3/2/09

El reloj parado a las siete

-Esto es genial, gordo. ¿Vos vivís así todo el tiempo?
-Contestáte -respondió el gordo-
-Y, si esto es parte del despertar, vos, que tenés por lo menos más despertares en tu historia que yo, debés vivir así todo el tiempo.
-No -contestó Jorge-. No todo el tiempo.
-Ya que aprendí el "Mal de muchos consuelo de todos" te pregunto: ¿A los demás, a la mayoría, también les pasa esto de momentos de luz y movimientos de oscuridad?
-Yo creo que sí... y quizá por eso, desde hace un rato viene a mi memoria un cuento de Papini. Se llama "El reloj parado a las siete".
-¿Me lo contás?
-Sí, aunque contar un cuento tan fantásticamente escrito como ese, es robarle más de las tres cuartas partes de su hermosura, pero... en fin.
Este cuento de Papini es un monólogo de un personaje que escribe en la soledad de su cuarto.

Hay en una de las paredes de mi cuarto un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.
Casi todo el tiempo, el reloj es sólo un inútil adorno en una blanquecina y vacía pared.
Sin embargo hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes en que el viejo reloj parece resugir de sus cenizas como un ave fénix.
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares marcan las 7 y los cu-cu y los gong de las demás máquinas hacen sonar por 7 veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida.
Dos veces por día, a la mañana y a la noche, el reloj se siente en absoluta armonía con el resto del universo.
Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección...
Pero pasado ese instante, cuando los otros relojes han acallado su canto y las manecillas siguen sus monótonos caminos, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo su andar.
Y yo amo ese reloj y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez me siento más parecido a él.
También yo estoy parado en un tiempo, también yo me siento clavado e inmóvil, también yo soy de alguna manera un adorno inútil en una pared vacía.
Pero tengo también fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.
Durante esos tiempos, yo siento que vivo. Todo está claro y el mundo se transforma en maravilloso. Yo puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todos los otros momentos. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.
La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como a mi amigo el reloj, también a mí se me escapa el tiempo de los otros.
...Pasados estos momentos, los otros relojes que anidan en otros hombres, continúan su giro y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar que acostumbro a llamar vida.
Pero yo sé que la vida es otra cosa.
Yo sé que la vida, la vida de verdad es la suma de aquellos momentos que aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía con el universo.
Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.
Sólo hay momentos de plenitud y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianeidad.
Por esto te amo, viejo reloj, porque somos la misma cosa tú y yo.

-Esto, Demián, es la paupérrima expresión de una joya literaria de Papini, que alguna vez te pido que leas. Lo traje hoy, sólo para mostrarte en una metáfora genial, que quizás todos vivamos sólo en la armonía de algunos momentos. Quizás, ahora, en este presente, la hora de la verdadera vida concide con tu propia hora. Si así fuera, disfrutála Demián, quizás se pase... demasiado pronto...




1/2/09

Torneo de canto

-Quizás ahora lo podamos definir mejor -siguió- "Mezquino" debe ser el que carece, o cree que carece, de lo más necesario. Es el que necesita lo que no tiene para dejar de ser diminuto, es el que se niega a dar porque todo lo quiere para él, es el pobre desgraciado infeliz que no puede ver otros deseos que los suyos.
Jorge hizo un largo silencio buscando en su memoria... y yo me acomodé para escuchar lo que seguía.

Una vez llegó a la selva un búho que había estado en cautiverio, le contaba a todos acerca de las costumbres de los humanos.
Contba, por ejemplo, que en las ciudades los hombres calificaban a los artistas en competencias, a fin de decidir quiénes eran los mejores en cada disciplina, pintura, dibujo, escultura, canto...
La idea de transplantar costumbres humanas prendió con fuerza entre los animales y quizás por ello se organizó de inmediato un concurso de canto, en el cual se anotaron rápidamente casi todos los presentes, desde el jilguero al rinoceronte.
Guiados por el búho, que había aprendido en la ciudad, se decretó que el concurso se definiría por el voto secreto y universal de todos los concursantes, que sería de esta manera su propio "jurado".
Así fue. Todos los animales incluido el hombre pasaron al estrado y cantaron recibiendo el más o menos intenso aplauso de la audiencia. Luego anotaron su voto en un papelito y lo colocaron doblado en una gran urna que sostenía el búho.
Cuando llegó el momento del recuento, el búho se subió al improvisado escenario y flanqueado por dos ancianos monos, abrió la urna para leer y comenzar el recuento de los votos del "transparente acto eleccionario", "gala del voto universal y secreto" y "ejemplo de vocación democrática". (Como había escuchado decir a los políticos en las ciudades)
Uno de los ancianos sacó el prmer voto y el búho, ante la emoción general, gritó:
- El primer voto, hermanos es para nuestro amigo el burro!!!
Se produjo un silencio, seguido de algunos tímidos aplausos.
- Segundo voto: burro!
...?????...
- Tercero.. burro!!
Los concurrentes comenzaron a mirarse, sorprendidos al principio, acusadoramente después y por último, cuando proseguían apareciendo votos para el burro, cada vez más culposos y avergonzados de sus propios votos.
Todos sabían que no había peor canto que el desastroso rebuzno del equino. Sin embargo, uno tras otro, los votos lo elegían com el mejor de los cantores.
Y así sucedió que, terminado el escrutinio, quedo decidido por "libre elección" del "imparcial" jurado, que el desigual y estridente grito del burro era el ganador:
LA MEJOR VOZ DE LA SELVA Y ALREDEDORES.
El búho explicó después lo sucedido: cada concursante considerándose a sí mismo el indudable vencedor, había dado su voto al menos calificado de los concursantes:
Aquel que no podía representar amenaza alguna a su propia proclamación.
La votación fue casi unánie. Sólo dos votos no fueron para el burro: el del propio burro que nada tenía para perder y votó sinceramente por la calandria y el del hombre que (cuándo no), votó por sí mismo.
-Y bien, Demián, estas son las cosas que hace la mezquindad en nuestra sociedad. Cuando nos sentimos tan necesitados que no hay espacio para otros, cuando nos creemos tan merecedores que no podemos ver más lejos de nuestro ombligo, cuando nos imaginamos tan maravillosos que no concebimos otra posibilidad que no sea poseer lo deseado, entonces muchas veces la vanidad, la miseria, la chatura, la estupidez, nos vuelve mezquinos. No egoístas, Demián, mezquinos... MEZ-QUI-NOS!!